Hola ¿Me escuchan?

En varias ocasiones y en un día cualquiera de cualquier semana, al atender mi teléfono oigo una voz que en una actitud democrática y amistosa me dice: “Hola, soy Horacio y te invito a participar de la reunión que se realizará el…”. Y entonces me pone contenta que el gobierno de la ciudad se preocupe por lo que necesitamos los vecinos del barrio.

Es bueno que así sea. Pero -y lamentablemente hay un pero-, en esta ocasión los vecinos de San Telmo nos oponemos a la transformación de nuestro barrio, sin ser escuchados.

Los barrios no son históricos por los deseos de los gobiernos y San Telmo tiene historia propia porque es dueño de suficientes acontecimientos pasados y dignos de memoria, como define la RAE (Real Academia Española) la palabra historia. Y ya que menciono a la RAE la definición de transformar es: hacer cambiar de forma a alguien o algo. Transmutar algo en otra cosa. Hacer mudar de porte o de costumbres a alguien.

San Telmo no necesita que lo hagan cambiar de forma, cambió paulatinamente desde su nacimiento hasta hoy de acuerdo con las necesidades de sus habitantes. No hay que transmutarlo en otra cosa. San Telmo tiene personalidad propia y por eso vale, así creció, así lo conoció el mundo y así debería seguir creciendo.

Los habitantes que deseen cambiar de costumbres deben hacerlo en libertad. Libertad para elegir dónde y cómo vivir, siempre y por supuesto sin dañar a los demás.

¿Dañar dije? Muchos somos los vecinos que nos sentimos dañados por la imposición de esta “Transformación que no para”.

Por Piedras, Chacabuco, Perú, Bolívar, Defensa e Independencia pasaban las líneas 9, 10, 17, 45, 29, 22, 24, 28, 126, 8 y 86. Esto también es reciente historia. Con tantas líneas de colectivos los vecinos nos movíamos hacia todos los barrios de nuestra querida ciudad, caminando como mucho tres cuadras.

El gobierno ante el cual solicitamos amparo no piensa en quienes, agobiados por las distintas circunstancias por las que atraviesa nuestro país, deberán ahora agregar un cansancio más caminando siete u ocho cuadras bajo lluvias intensas o subir las barrancas del Bajo con las temperaturas extremas de los veranos o inviernos, sin mencionar a quienes no pueden hacerlo y no tienen dinero para taxis demasiado caros, ni reparar en la seguridad.

Nuestro amistoso llamado telefónico también forma parte de la “Transformación que no para”. Es ahora una imposición arbitraria, que nos perjudica y nos hace malgastar nuestro dinero.

Texto y foto: Stella Maris Cambre

                                                                                                                                                                                                                                                       

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