Hugo Del Pozo

Soy Hugo Manuel Del Pozo, nací en 1951 y desde ese momento vivo en el barrio. Mi casa paterna fue en Estados Unidos 767, una típica casa “chorizo”. Mi papá era mecánico y mi mamá ama de casa. Tengo un hermano mayor con el que compartíamos las travesuras, aunque él siempre fue el más estudioso y serio.

Estudié en el colegio Valentín Gómez, cuando estaba en la calle Piedras al 800 y luego en el Pueyrredón. Recuerdo a nuestra vecina de al lado, Emilia y a mis amigos de aquella época: Omar, Fantoni, Rubén, Quique -entre otros- con quienes jugábamos al poliládron, la
escondida, la burra cachurra, carrera de autitos con plastilina, a la pelota… todo en la calle.

Más de una vez rompimos un vidrio y salimos corriendo para que nadie nos “atrapara”, cuando en realidad los vecinos sabían quiénes éramos porque todos nos conocíamos y ellos mismos nos cuidaban mirándonos por las ventanas o, mientras charlaban entre ellos, nos “echaban un vistazo” para ver qué hacíamos. También nos retaban cuando nos mandábamos alguna “macana” y no se nos ocurría -aunque parezca mentira- contestarles, siempre pedíamos disculpas.

El barrio era nuestro segundo hogar, los vecinos nuestra familia agrandada y la calle el “patio grande” ¡Qué tiempos aquéllos!

Crecí, me casé y me fui a vivir a Wilde en 1974. Tengo tres hermosos hijos y cuatro insuperables nietos que me “pueden”, como dicen los muchachos ahora. Pero como la vida va y viene, en el 2000 volví al barrio porque otros son muy lindos, pero en este me reconozco en cada baldosa.

Hace más o menos 10 años, me integré a la Comunidad de San Egidio y todos los jueves cocinamos para llevarle la comida o ropa o remedios o lo que les haga falta, a los amigos que viven en la calle y los 25 de diciembre organizamos en alguna parroquia, el almuerzo de Navidad para compartirlo entre todos. Hace unos años los recibimos en la Parroquia de San Pedro Telmo, también.

Con los vecinos nos organizamos en Ecocuadra y conseguimos -ya hace unos años- que ensanchen las veredas de Estados Unidos al 600, pongan el semáforo y los árboles. Hemos hecho jornadas de limpieza de cuadras para ayudar a que el barrio tenga otra presencia porque a los que lo queremos nos “duele” que lo ensucien, lo maltraten, lo pinten, o rompan sus veredas y plantas.

Algunos de esos vecinos, me invitaron a ir a las reuniones de El Sol de San Telmo, cuando todavía estaba Catherine Black y me acerqué a compartir mis vivencias con ellos. Estuve en la mateada del Parque Lezama, en la de la Plaza Dorrego y, desde que Cat volvió a Hawai integro el grupo central de los Soles, para continuar con este precioso proyecto comunitario.