El pesebrista de San Telmo

Por Clara Rosselli

De voz serena y apacible elocuencia Gilberto Fereira Benitez -o Beto, como prefiere que lo llamen- me recibe en su taller de la calle Chacabuco e Independencia, donde intuyo me contará los secretos del arte del pesebrismo. Como miembro de la Hermandad del Santo Pesebre y coleccionista aficionado, la charla es una enriquecedora invitación a inmiscuirme en un arte que muchos solo recuerdan durante la celebración de la Navidad.

Beto vive en el barrio desde 1983 y, aún con la posibilidad de irse a Suiza a trabajar, prefiere quedarse aquí. “Acá tengo mis amigos, mi grupo….Yo en San Telmo medio que estoy pegao”, nos cuenta. Tiene su taller en un típico PH, al que se llega por un largo corredor que lleva hasta las entrañas de la manzana. Una vez atravesada la puerta de entrada a la unidad funcional, un patio y el comedor, los peldaños de una diminuta escalera nos dirigen a su pequeño taller de restauración. Allí, mesas y estanterías están atiborradas de objetos que esperan ser reparados. Entre sus actividades diarias, además de participar en jornadas donde realiza ponencias sobre pesebrismo, están las de ser guía en los recorridos del Museo San Pedro Telmo en la Iglesia de Belén y dar clases de restauración; ya que él mismo tiene el oficio de restaurador.

El pesebrista

Desde alrededor del año 2000 es miembro de la Hermandad del Santo Pesebre (ver La Hermandad…), aunque su relación con el simbolismo y el significado del pesebre es anterior y se remonta a su infancia en Asunción, Paraguay. “Todo surgió porque en mi familia había mucha tradición de pesebres… al punto de considerar su armado algo así como una ´competencia pesebrista´ dentro de la misma familia”. El armado -según nos relata- se hacía con mucho tiempo de anticipación y todos participaban. Beto y su hermano, cuando eran niños, solían adornarlos con sus pequeños juguetes. “Por lo lindo, los recuerdos, lo romántico, lo naif, lo escenográfico… por un montón de cosas para mí el pesebre es importante”, dice.

Hubo también otros disparadores que “guiaron” a Beto a volcarse al pesebrismo: por un lado, su madre le obsequió nada menos que el niño Jesús del pesebre de su abuela. Por otro, cuando estudiaba arte en Florencia, Italia, ganó un concurso, ´por casualidad´, de pesebres. “Mientras cursaba gané el premio y de ahí en más siempre quedé invitado a participar”, afirma.

Lo que cautiva a Beto del pesebrismo, más allá de ser muy creyente, es que, además del símbolo religioso que le otorga el catolicismo, los pesebres son también fuertes representaciones del arte. En sus propias palabras nos comenta: “Sacando lo religioso, es el arte en el pesebre lo que tiene mucho valor. Yo profundizo en eso”. Y no es solo a fin de año que su interés se despierta por este arte religioso sino que Beto se avoca todo el tiempo a investigar, recolectar, restaurar, comprar y juntar información sobre pesebres. En su taller pueden verse pesebres napolitanos, jesuitas, peruanos, franciscanos, entre otros. Su colección alcanza a veintidós completos, más algunas piezas sueltas.

La charla con Beto va transcurriendo y poco a poco aprendo algunos secretos de los pesebres. Estos, a diferencia de los nacimientos, tienen una cierta cantidad mínima de piezas y su armado guarda una gran similitud con una puesta escénica. “Pesebre, lo que se dice pesebre, tiene como mínimo entre doce y dieciocho piezas…” comenta el pesebrista y agrega “… lleva una escenografía, un trabajo, un estudio de los personajes, de su posición, de la iluminación, de la ambientación. Es casi una obra de teatro”.

Otra característica con respecto al pesebre es que se puede “regionalizar”. No es lo mismo un pesebre napolitano que uno cuzqueño o uno del norte argentino. Los materiales y las técnicas son sensiblemente diferentes. De esta manera, la transmisión del mensaje se identifica con la gente del lugar.

Otro rasgo interesante es la influencia de la corriente religiosa a la que pertenezca. Dos ejemplos de ello son: los pesebres de tradición franciscana y los de tradición jesuítica. Los franciscanos, quienes evangelizaron Asunción y alrededores, permitieron a los indios hacer sus pesebres de la manera que ellos quisieran. El pesebre se hace en el suelo sobre pasto o arena. En cambio los jesuitas, quienes se asentaron en Buenos Aires, incorporaron en sus pesebres una escenografía clásica de costumbre europea. Muchos de ellos eran arquitectos, grandes maestros, escultores, músicos y aplicaron en estas tierras el prototipo europeo, que en aquel momento -mediados de siglo XVII- se caracterizaba por tener un estilo barroco. En el caso de los jesuitas el pesebre va sobre una mesa.

El coleccionista

De su paso por anticuarios, donde trabajó algunos años y aún continúa haciéndolo como asesor, Beto tomó el gusto por el coleccionismo de antigüedades. Me ha mostrado algunos de los objetos que fue atesorando con el tiempo. Son tantos que tendría que pasarme días quitando los embalajes prolijamente dispuestos en cada uno de ellos. La mayoría se clasifican como de arte sacro e imaginería y son de épocas, orígenes y materiales distintos. Tiene además de los pesebres, nacimientos, esculturas, pinturas, una colección de niños Jesús, objetos de arte franciscano, jesuita, arte religioso contemporáneo, antiguo, rosarios, tallas, imágenes de yeso, en madera, en porcelana, marcos, fotos antiguas; entre otras cosas.

Beto es todo un experto en su oficio. Al ver un objeto, no le resulta difícil descifrar su origen, su antigüedad y la técnica con la que fue hecho. Sus estudios en Arte que cursó tanto en Paraguay como en Argentina e Italia, lo respaldan. Además, permanentemente se instruye en arte y conservación con libros que va adquiriendo y que son parte de su colección de objetos. “Generalmente con la restauración hago una ficha, que es un trabajo complejo”, nos cuenta. Por eso, cada pieza que llega a sus manos -ya sea por encargo para restaurar o de su colección propia- es catalogada con los datos relevantes: detalle del objeto, técnica, de qué siglo es, en qué ciudad o país fue hecho, dónde se compró, si pertenece a una escuela determinada, si tiene escudo o sello, etc. Así, el trabajo de restauración que hace lo completa escribiendo la historia de cada pieza, dotándola así de un pasado.

Por su experiencia en el extranjero -vivió en Italia y visitó otros países de Europa- Beto puede hacer una  comparación del valor que tiene la restauración en Argentina y el resto del mundo. “Acá, generalmente se muere una persona mayor y a ningún familiar le importa conservar sus pertenencias, venden todo. En Italia hay un recuerdo de familia, se restaura, se conserva. Acá no”. Y agrega “En San Telmo hay anticuarios y vendedores de cosas viejas”. Hay que tener en cuenta que los anticuarios valoran el objeto como pieza con firma, con ficha. Evalúan los objetos y le encuentran un valor ´patrimonial´ mientras que los otros solo le dan un valor comercial.

La charla finaliza pero no así las esperanzas que Beto abriga de crear un Museo del Pesebre en San Telmo. Desdeñaría que su colección corriera la misma suerte que muchas de las antigüedades que han pasado por sus manos, desvaloradas por las personas que las heredaron. Para ello, un espacio de exposición le daría la posibilidad de mostrar lo que ha venido conservando durante años y de acercar a los porteños -quienes no tenemos una gran tradición pesebrista como la que existe en el interior del país, en Europa o en Estados Unidos-, el significado de este arte.

¿Qué es la Hermandad del Santo Pesebre?

La hermandad del Santo Pesebre es una entidad con 53 años de vigencia, con sede en Madre Admirable, que forma parte de las Asociaciones de fieles laicos del Arzobispado y es miembro de la Federación Mundial de Amigos de la Natividad (UN-FOE-PRAE), de Roma. Está relacionada con el CICOP, ubicado en la Manzana de las Luces. Está formada por una Comisión y consta de diferentes miembros en todo el país. Una vez por año, generalmente en Octubre, su realizan Jornadas y cursos abiertos a toda la comunidad. Hacen exposiciones anuales y, además, son convocados para mostrar sus pesebres en distintas entidades. En Madre Admirable, dan cursos y cuentan con un depósito para las piezas.

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