Alberto Nicolás Selvaggi

Un sabio en lo suyo…

El 8 de junio ppdo. recibí un mail de Ramón Vidal Vasquez, vecino-amigo encargado de uno de los edificios de la calle Perú al 600, CABA, para avisarme que se había ido a su estrella el horólogo Alberto Selvaggi.

Luego de digerir la triste noticia, Ramón me acercó una carpeta con recortes de notas periodísticas que en su momento le habían dedicado a este especialista en relojería monumental, destacando su especialización en la reparación de relojes de grandes dimensiones.

Cabe recordar que El Sol de San Telmo, en 2018, le hizo un reportaje donde decíamos “… queremos que conozcan parte de su vida y se enorgullezcan de tener un vecino con una profesión tan única y original, que es casi imposible no valorarlo”. Hoy lo homenajeamos, trayendo parte de su trayectoria y sabiduría, en estas páginas.

Este Maestro relojero fue el encargado del mantenimiento y reparación -entre otros- del reloj de la Iglesia de San Juan Bautista sita en la manzana delimitada por las calles Tacuarí, Alsina, Moreno y Piedras y esto decía de él: “… en una de las dos torres está el reloj que realizaron el Sr. Chateau y sus hijos en París -Francia-, que es de una calidad superior a la de los relojes instalados hacia principios del siglo en Buenos Aires en diferentes iglesias y edificios públicos”.

Trabajar en las alturas no era ni es cosa fácil, ni se trata de un oficio como tantos otros “primero porque no hay que temerle a la altura sino atreverse a desafiarla” –como él sostenía-. De hecho, se subía a la torre de lo que en su momento fue la Legislatura porteña ascendiendo sus interminables treinta y tres pisos para reparar o mantener el reloj monumental que allí está, teniendo en cuenta que “no es fácil controlar las agujas en las torres, si hay viento es complicado, hay que buscar los días de calma y de sol” (La Prensa 24.5.1999).

Pero lo que más le gustaba al Maestro Selvaggi era la comunicación con los usuarios de los relojes y la relación que tenía con ellos. Así por ejemplo lo expresaba al decir: “El reloj de la iglesia del Salvador, que permanece original desde hace más de cien años, por alguna razón atrasa, son los vecinos los primeros en advertirlo y en llamarme. Así descubro que para ellos es más que importante tenerlo funcionando”. Su amor por ellos y observando el poco valor que -en general- se les da, vislumbraba el destino que correrían y se lamentaba diciendo: “… el lugar que se les da a los relojes de torre es del olvido. Pero no es un fenómeno nuevo. El Banco Central tiene dos relojes y hace más de 30 años que están sin funcionar. Se hacen reparaciones superficiales, pero no de fondo. Cuando reciclan los edificios optan por lo más fácil, sacarlos. Hacerlos desaparecer”. (La Prensa, 24.5.1999).

Además de las piezas de su estructura, el Maestro Selvaggi conocía la historia de cada uno de sus “clientes”.  Por él nos enteramos oportunamente de que el reloj más antiguo de los que se encuentran en las torres es el de la iglesia del Pilar en el barrio de la Recoleta. Fue construido por el británico Thomas Windmille alrededor de 1740, después de ocho años de la inauguración de la capilla.

Asimismo, supimos a través de su relato que el más excepcional existente en nuestra ciudad es el de la Torre de los Ingleses, en el barrio de Retiro, que fuera fabricado por Gillett y Jhohnston en la ciudad inglesa de Croydon, que comenzó a funcionar en 1916 y tiene 4,20m de cuadrante -un poco menos que el famoso Big Ben que posee 6,70m y es considerado el más grande de todos los relojes mecánicos de torre-.

Nos indicó también que el reloj del ex Instituto Biológico, frente a la plaza del Congreso, fue realizado a semejanza del reloj de los Moros de Venecia, originario de fines del siglo XV e inaugurado en 1927, fabricado por Fratelli Miroglio de Turín, Italia.

En cuanto al de la Iglesia del Salvador, es de origen francés, fabricado por los hermanos Prost, con tres campanas fundidas en bronce en Buenos Aires, por José Raffo.

También el Maestro Selvaggi nos habló del reloj que había en el Cabildo denominado regulador oficial del tiempo y que Juan Manuel de Rosas en 1849, por Decreto, lo designó patrón de referencia para la hora. Tenía un cuadrante solar, pero luego funcionó en forma electro sincrónica y fue habilitado el 12 de octubre de 1940.

A esta altura del recuerdo, podemos decir si temor a equivocarnos, que el Maestro Alberto Selvaggi era un apasionado por los relojes monumentales antiguos. Desde niño sintió curiosidad por ellos y se dedicó a la horología, especialidad denominada a recomponer o solucionar los desperfectos de las piezas que integran la relojería monumental. Fue Miembro de la Antiquarian Horological Society de Londres y del Britishg Horological Institute, entidades tradicionales dedicadas a la conservación de antiguas máquinas de medir el tiempo que se desarrollaron a partir del siglo XII. En 1975 estuvo en Estados Unidos a fin de perfeccionarse en el tema, pero fue en Londres, en la década del ochenta, donde viajó e investigó en todo material bibliográfico que mencionara algo sobre relojes.

Para finalizar nuestro homenaje y para acentual aún más el espíritu, dedicación y orgullo del Maestro por su profesión, transcribimos un párrafo de “The Antiquarian Horological Society – Turret Clock Group Newsletter – January 2004, donde Chris McKay les transmite a sus miembros: El otro día sonó el teléfono; era Alberto Selvaggi, mi amigo relojero de Argentina. Le habían otorgado el título de «Patrimonio Vivo de la Ciudad de Buenos Aires» por sus habilidades en relojería y por mantener en funcionamiento los relojes de torres de la ciudad. Este galardón es el equivalente argentino a lo que los japoneses llaman «Tesoro Nacional Viviente». ¡Alberto fue solo una de las cuatro personas nominadas para recibir este título y asistió a la ceremonia con su overol!». (Traducción: Francisco Vidal Ulloa).

                                                                                   Isabel Bláser

Alberto Nicolás Selvaggi
Alberto Selvaggi arreglando reloj torre.
Alberto Selvaggi Horologo.

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