Antonio García Ameijenda
“A mí me encantaba jugar a la pelota, era lo único que quería hacer”
Meses atrás, cuando hacíamos el reparto mensual de El Sol, me crucé con un vecino que me pidió un ejemplar. Como siempre hago, le agradecí que lo leyera y me dijo “Siempre lo leo, me gusta”. Nos quedamos conversando unos minutos y con curiosidad vecinal le pregunté a qué se dedicaba y cuando me dijo orgullosamente: “Soy futbolista”, me sorprendió gratamente porque enseguida pensé que no iba a dejar pasar la oportunidad de que su historia de vida estuviera en nuestras páginas, más aún cuando me dijo que había jugado en muchos clubes de primera división y sobre todo en el de mis amores: ¡El Lobo de La Plata!
Y aquí estamos, en el bar Caracol -Bolívar 1101, CABA-, lugar en el que “paro hace muchos años”, dice y eso se nota cuando llega a la entrevista y el mozo no lo saluda como a un cliente más sino como a un amigo.
El Sol: ¿Sos de San Telmo?
A. García Ameijenda: Soy gallego, nací en La Coruña, España, el 11 de febrero de 1948 y a los seis meses vinimos con mi abuela, mi mamá y mi hermana a Argentina. Primero estuvimos en el Hotel de los Inmigrantes hasta que nos encontramos con mi abuelo, que había llegado diez años antes con un amigo -Eduardo, que era el hermano de mi abuela- como polizón en un barco inglés, escapando de la guerra civil española contra los moros.
El Sol: ¿Dónde fueron a vivir?
AGA: Vivíamos en Perú 1185 cuando San Juan era angosta. Estudié en el colegio Guillermo Rawson, pero siempre estaba jugando a la pelota, el colegio no me interesaba para nada, la pelota sí. Jugábamos en la calle porque antes el colectivo 126 pasaba cada tanto, pero la policía no nos dejaba. Entonces cuando ellos venían, salíamos corriendo y como había un conventillo a mitad de cuadra en Perú, que daba a Bolívar, nos metíamos en él, saltábamos por la terraza y bajábamos por Bolívar. Cosa de chicos de ese entonces, ahora es imposible.
E.S.: Era una barra de pibes…
AGA: Sí, estaba lleno, en cada esquina había barritas de pibes y todos jugábamos al fútbol, algunos buenos y otros malos, pero estábamos siempre con la pelota. Me encantaba jugar a la pelota era lo único que quería hacer, mi mamá tenía que buscarme por el barrio para mandarme al colegio, pero yo no quería; al final terminé la primaria.
E.S.: ¿Jugabas al fútbol y trabajabas?
AGA: Cuando fui un poquito más grande empecé a trabajar con mi papá, en realidad era mi padrastro porque cuando nosotros nos vinimos mi padre se quedó en España, no quiso viajar. Después de seis años, mi mamá se casó con él -Ramón- que era asturiano y carnicero, tenía los puestos 47 y 48 en el Mercado de San Telmo. Tuvieron dos hijos: Ramón siete años menor que yo y Carlos al que le llevo catorce. Era un hombre buenísimo, fue una muy buena persona, nos crio a mí y a mi hermana Carmen -ya fallecida- (se emociona al recordarlo).
Pero él se enfermó, lo tuvieron que internar y luego falleció. Entonces la carnicería la atendía mi mamá y yo la ayudaba. Ella empezó a cortar carne, yo bajaba la media res y ayudaba en todo, por eso tenía un físico chico pero fuerte que para jugar al fútbol me venía bien.
E.S.: ¿Si sos gallego por qué te dicen “el tano”? – pregunta Hugo
AGA: En San Lorenzo me conocen por tano-gallego y acá en el barrio me dicen tano porque un día estaban jugando los muchachos más grandes, que me llevaban cinco o seis años, habían armado el equipo y le faltaba un jugador. Yo estaba sentado mirando como jugaban ellos y un señor les dice: “Poné al tanito ese que está sentado ahí”, porque yo era rubio entonces todo el mundo empezó a decirme “Tano”. No tenía acento gallego tampoco, aunque en mi casa se juntaban un montón que habían venido de todos lados de España. Ese día fue un quiebre porque yo era chiquito y jugaba con esos muchachos más grandes, por eso llegué a primera rápido porque estaba acostumbrado a jugar en el barrio con los que tenían otros físicos.
E.S.: ¿En qué puesto jugabas?
AGA: Jugaba de 10, era técnico, fuerte y además ágil y habilidoso. Era rápido, una ardilla y ellos no jugaban tan bien.
E.S.: ¿Cómo llegaste a Boca Junior?
AGA: Porque cuando tenía 12 años, salió en el diario que probaban jugadores de la clase 48 para entrar en la 9na. Fui y había como 200 chicos, el hombre tenía una pizarra y nos preguntaba “Usted de qué juega”, yo le dije de 10, entonces me dijo “venga” y entro a mitad del primer tiempo. Los de la 9na. les estaban dando un baile a los pibes y cuando entro yo le doy vuelta el partido porque empiezo a meter goles. Yo tenía un “cañón” en la pierna por mi contextura fuerte. El hombre me dijo “venga acá, siéntese ahí”, pensé que me había sacado, pero al rato sacó a Larrosa que después jugó en Huracán, a Ponce que estuvo en Boca, a Suñe y a otros que no recuerdo porque después no llegaron a ser conocidos. Entonces nos dice “Ustedes el domingo vengan a tal hora, vénganse en zapatillas” porque no teníamos plata para botines, hoy si no vas con botines no te prueban y eso está mal porque hay gente que no puede comprárselos a los chicos.
E.S.: ¿Quién te acompañó? ¿Tu mamá?
AGA: ¡No! Fui solo, mi mamá no sabía que era buen jugador, recién cuando debuto en primera me fueron a ver todos y ahí se asombraron.
E.S.: ¿Entonces entraste en Boca?
AGA: No, porque no quise quedarme, aunque soy hincha de Boca. Y espero que los de San Lorenzo no se enojen, porque cuando jugué contra Boca le gané siempre.
En esa época había jugadores muy buenos en Boca, lo que pasó es que jugábamos en la cancha de primera, cuando terminaba la tercera -el primer tiempo- entrábamos los pibitos a jugar esos 15 minutos. Yo jugaba de 10 y la tenía siempre, entonces el hombre que nos entrenaba me dijo “Vos jugame de 3” y yo le contesté “No yo de 3 no juego yo juego de 10”. Él me explicó “Pibe yo te pongo de 3 porque vos sos forte y le pegás forte a la pelota, entonces metés un pelotazo al área y eso hace que haya peligro, en cambio si te pongo en el área quién te tira la pelota a vos” y en realidad tenía razón, pero no lo entendí en ese momento, me cambié y me fui, por eso no jugué en Boca.
E.S.: Tendría que haber sido un marcador de esta época – dice Hugo
AGA: Claro de esta época sí, hoy es así. Como el 3 de River, pero yo la metía no tiraba centritos y por suerte tenía mucha precisión, con la corta, media y larga distancia que son las tres distancias del lanzador que es buen jugador. La lanzaba para que pique el 9 o para que pusiera la cabeza nada más, porque eso era toda la práctica que hice en inferiores. En primera también aprendí mucho, lo mismo que mirando a los otros jugadores porque iba a ver a River, a Boca, a todos.
E.S.: ¿Quién era tu ídolo en tu puesto?
AGA: Me gustaba Ermindo Onega, pero los iba a ver a todos: Raúl O. Belén -un volante de Racing-, zurdo y como yo también era zurdo aprendí mucho mirándolo; al Beto Menéndez, Ángel Rojas, todos técnicos y habilidosos. Me gustaba leer las alineaciones de los equipos y verlos jugar.
E.S.: ¿Entonces, te probaste en otro club?
AGA: Fui a Racing y quedé, ahí estaba Rubén -el panadero- Díaz, todos eran más grandes que yo. Pero Avellaneda me parecía lejos porque jugábamos en el Club El Porvenir que estaba en la Av. Galicia y en ese momento iba mucho a Santa Catalina a jugar. En enero y febrero teníamos un equipo que salíamos campeones siempre, porque la agarraba yo y definía solo, entonces dejé de ir a Racing.
E.S.: ¿Cómo entendés que hay que jugar al fútbol?
AGA: Yo sabía a quién pasársela antes de recibirla, entonces cuando me venían a marcar la pelota ya no estaba porque no la paraba, jugaba de primera. Al que sabe jugar de primera lo tenés que marcar encima porque si no, no la ves. Como le pasó a Maradona con los peruanos, que no lo dejaron moverse. Yo tenía esa habilidad y también de pasarla bien o tirar centros que eran con mucha potencia; el arquero no podía salir del arco porque la pelota se levantaba, salía disparada y no la veía.
E.S.: Como Paredes ahora -acota Hugo
AGA: Claro. También manejaba muy bien los tres dedos. Tiraba los centros de los dos lados del córner y así hice tres goles olímpicos. Por otro lado, tenía pique corto, frenaba y arrancaba y dejaba atrás a los marcadores. Era mi manera de jugar al fútbol.
E.S. ¿A qué edad llegaste al Ciclón?
AGA: A los 16 años entrenaba con la primera de San Lorenzo y enfrentaba a Roberto Telch, Alberto Rendo, Rafael Albrecht que eran más grandes. Jugué desde 1967 a 1973 que me fui a Francia por un problema externo al fútbol y volví en 1974 hasta el 75.
Desde los 17 hasta los 20 años no me pagaron nunca un peso jugando en primera, me tendrían que haber hecho un contrato, pero no me importaba porque me encantaba jugar. No estaba tan comercializado el fútbol, era una emoción ver a la gente en las tribunas; era por la camiseta, pero se aprovechaban, no hay que laburar gratis.
E.S.: ¿Se puede saber cuál fue el problema?
AGA: Estaban los militares, a mí me habían elegido los jugadores capitán de San Lorenzo y Pastoriza era el de Independiente, hicimos una huelga porque no les pagaban a los jugadores de las categorías B y C. En ese momento había muchos militares en la comisión directiva del club, entonces nos amenazaron. Un día se cruza un Falcon, yo estaba con mi suegro y mi hijo y nos tiran contra la pared, me piden documentos, les dije que no tenía porque vivía en la otra cuadra, nos maltrataron y después me di cuenta de que cuando arreglé el contrato me dijeron que me tenía que ir uno o dos años afuera para que no me boleteen.
E.S.: ¿Entonces?
AGA: Me ofrecieron jugar en Francia y fui. En principio por tres años, pero al año siguiente volví a San Lorenzo porque mi señora no estaba a gusto, no era fácil por el idioma y porque los franceses son un poco complicados. Por ejemplo, nunca me invitaron a la casa de nadie y eso que era la figura del equipo. Cuando vine salimos campeones en el 74, aunque estuve sin jugar varios meses por una lesión.
E.S.: ¿En el 75 fuiste a jugar a Estudiantes de La Plata?
AGA: Sí, vino Carlos Bilardo a verlo a Osvaldo Zubeldía que era mi técnico en San Lorenzo porque necesitaba un lanzador, Zubeldía me recomendó y fui a Estudiantes donde estaban Carlos Pachamé, Juan Ramón Verón -la Bruja-, Oscar Pezzano. Hicimos una gira por España y jugando contra Salamanca “la rompí”, entonces me compraron. Ahí jugué tres años junto con Ricardo Rezza, Jorge D´Alessandro, Juan Bustillo, Joao Alves; era un equipo chico, estuve hasta que en un partido me rompieron el peroné de una patada. Me enyesaron, la recuperación no fue fácil y no me renovaron el contrato. Tuve un ofrecimiento en el Club de Albacete para jugar en el Regional pero no pude hacerlo porque debía tener menos de 25 años y yo ya tenía 30. También me ofrecieron jugar en Holanda por tres años. Me entusiasmé, pero no lo acepté porque mi señora quería volver a Buenos Aires. Vine para ver el Mundial del 78.
E.S.: ¿Tenías club?
AGA: Al volver fui a ver la práctica en San Lorenzo y estaba Adolfo Pedernera, que era un tipazo. Me dijo “¿Por qué no te cambiás y jugás un poco?”, entonces me puso con Claudio Marangoni de 5 y yo de 10, nos entendimos al toque, hicimos un desastre, porque cuando se encuentran dos tipos que saben se miran y listo. Me mandó a hablar con los directivos para que me quedara en el club y como yo quería terminar mi carrera en San Lorenzo fui, pero no aceptaron por lo que había pasado años anteriores cuando me tuve que ir. De ahí pasé por Huracán unos meses, tenía de técnico a Alberto Rendo y jugué -entre otros- con Carlos Babington; luego a Gimnasia y Esgrima La Plata en 1979 y nos fuimos al descenso. Al final de mi carrera jugué en Deportivo Armenio y luego en Almagro, donde me retiré.
E.S.: ¿Cómo fue jugar en el Gasómetro?
AGA: Era impactante, ahí ganamos 4 títulos nacionales; jugué 135 partidos y marqué 24 goles. Nos llamaban Los Matadores, jugábamos de memoria, nadie revoleaba la pelota. Si no jugás de primera tenés dos tipos encima, para eso cuando estás con la marca tenés que hacer un pique rápido para sacártela porque jugando de frente gambeteas para cualquier lado y no saben para dónde arrancas.
E.S.: Estuviste con Bilardo y ¿Con Menotti?
AGA: A Menotti lo vi jugar en Boca, pero tengo un recuerdo muy lindo de él. Cuando la selección fue a jugar a España, fuimos con unos amigos a verla porque estaban Oscar Ortiz y Jorge Olguín, que habían sido compañeros míos, el “Loco” Gatti, Jorge Carrascosa -gran persona y amigo- y cuando estábamos sentados charlando vino y me dijo “¿Cómo le va Ameijenda? Si quiere quedarse a comer con el plantel está invitado” -me conocía porque había jugado en contra cuando él era técnico de Huracán y yo hice tres goles olímpicos-. No pude quedarme, pero le di las gracias al Maestro porque nunca me habían invitado antes. Era muy educado, los jugadores lo querían, no era soberbio ni quería ser la figura, porque tenía claro que en realidad las figuras son los jugadores.
E.S.: ¿Y después del retiro seguiste relacionado al fútbol?
AGA: Primero no hice nada, después trabajé en un banco; en una empresa de computación; fui ayudante de campo del Bambino Veira en Boca y lo tuve a Maradona como jugador. Era tremendo cómo manejaba la pelota, cómo le pegaba.
Tengo una anécdota ¡Le gané un torneo de 10 tiros, se agarró una calentura! Un día me dice “te quiero jugar un campeonato a ver quién mete más goles porque me dicen que vos le pegás bien a la pelota. Yo le pegaba muy bien con pelota en tierra, él -imaginate- le pegaba de arriba y practicaba mucho. Bueno, le gané 10 a 9 y me dijo ¡Qué hijo de puta! Después hicimos la revancha a media altura y teníamos que tirar el córner olímpico ¡Las metió todas!
Ahora estoy en la escuelita de San Lorenzo con Héctor Scotta y Sergio “el sapo” Villar, es como si fuera un jardín de infantes y también lo ayudo a mi hermano Ramón en su oficina, pero estoy jubilado.
Podríamos seguir horas, pero el teléfono le suena y tiene que irse. Antes nos cuenta: “Mi papá no me dejaba cortar la carne y yo quería aprender, pero él me mandaba a pelar los huesos y hacer los paquetes para llevar, entonces fui a la carnicería que mis primos tenían donde está la escalera saliendo para Estados Unidos -en el medio donde estaban los pescadores-. Vendían la mejor carne, el camión entraba la media res y con solo tocarla se daban cuenta si era buena, porque en España los asturianos son todos carniceros, viven de eso. Cuando dejé el fútbol mi mamá quiso que me hiciera cargo del puesto, pero yo no quise saber nada”
Su relación con el barrio sigue intacta: “Siempre viví en San Telmo, primero en Independencia 623 después por la zona y hace ya muchos años en Chacabuco y Cochabamba. Mis tres hijos viven también por acá, el mayor tiene el kiosco de la esquina de Bolívar y San Juan”.
Sin duda es un crack, no solo por haberse destacado en el fútbol sino por la pasión que pone al hablar de cómo se juega a la pelota. Otra grata sorpresa de este San Telmo, incomparable en su diversidad.
Isabel Bláser / Hugo Lavorano

























