La historia de una casona de San Telmo

Esta vez hablaremos -brevemente- de un predio ubicado en la calle Defensa Nros. 760; 768; 774; 776; 778 y sobre el Pasaje San Lorenzo Nros. 380 (correspondiente a la Casa Mínima); 392; 394 y 400.

Según el reparto de tierras realizado por Juan de Garay en el siglo XVII este sector de la ciudad pertenecía a don Antón de Porras. Luego, por razones desconocidas -ya que no se conservan títulos originales de propiedad de esa época-, a finales del siglo XVIII los hermanos Andrés y Francisco de la Peña Fernández compran el predio, crean una sociedad para comercializar cueros y construyen la casa barraca del bajo del Hospital (refiriéndose al antiguo Hospital Real ubicado en Defensa esquina México).

Luego del fallecimiento de Andrés (1823), en ese momento único propietario porque su hermano ya había muerto a mediados de 1810, sus familiares y herederos quisieron vender la casa y el terreno, pero al no poder encontrar el título de propiedad le solicitaron al Juez de la sucesión realizar una mensura para certificar el terreno y presentar testigos. Uno de ellos, Santiago Gutiérrez, confirmó la presencia pacífica por 16 años -desde 1807- de Andrés de la Peña y así lograron obtener los títulos de propiedad tanto del terreno como de la casa barraca.

Se cree que el predio era utilizado, en parte, para almacenar los cueros que luego se comercializaban. Sabemos, por declaraciones de Andrés de la Peña en su testamento antes de fallecer en 1822, que la casa estaba alquilada en ese momento a Sebastián Lezica quien -se cree- vivió allí hasta su muerte. También en el testamento nombra a un segundo propietario de la casa, Martin Gregorio Yáñez, del cual no hay muchos más datos.

Posteriormente la casa estuvo durante años a cargo de Ventura de Lezica, viuda de Francisco Peña, quien cobraba el alquiler de esta hasta su fallecimiento en 1861.

En 1891 pasó a manos de Enrique Peña y luego, por herencia, a Elisa Peña que fue la última propietaria con ese apellido. En 1925 -también por herencia- la propiedad pasó a manos de la familia Picardo hasta que en 1988 fue vendida.

A principios de 1900 ya estaban en alquiler cinco unidades en este predio, tres viviendas con salida al Pasaje San Lorenzo y dos por la calle Defensa donde funcionaban dos conventillos en el número 774 y 778. También podemos observar el “almacén esquina”, sin ochava y con doble acceso.

¿Cómo era la vida en esos primitivos conventillos?

En sus comienzos el agua se extraía de un pozo, no de un aljibe, que era compartido por todos los habitantes de los dos conventillos y también un único baño en cada edificio con una sola letrina cada uno y con un pozo ciego común. En ese entonces no había un lugar específico para cocinar, sino que se hacía la comida dentro de cada habitación. Este dato fue confirmado por un estudio arqueológico que determinó el hallazgo de restos de carbón y cenizas en esos lugares y también lo que se utilizaba para calentar las habitaciones en invierno.

Asimismo, en el patio había tres piletas de lavar que servían para las 14 habitaciones de cada edificio o sea para 14 familias, donde se calcula que vivían cuatro personas por habitación, aproximadamente. Alrededor de 1895 se colocaron las cloacas y el agua potable, lo que se entiende que pudo haber mejorado parcialmente la vida en el lugar.

En 1920 se realizaron algunas mejoras, más inclinadas a la apariencia del edificio que a su funcionalidad ya que aún no contaba con cielorraso sino solo con tejado francés, por lo que el calor en esas habitaciones, en verano, debió ser intenso. Por otro lado, se instaló la luz eléctrica, pero la falta de enchufes en las habitaciones nota un estricto control del consumo por parte del casero.

Desde el punto de vista de las ordenanzas municipales, los dos complejos habitacionales estaban en falta, ya que en 1890 todas las piezas deberían haber tenido ventana. Para 1887 los cimientos tenían que contar con una capa aisladora de la humedad y en 1904 debía haber una cocina…  Pero todo eso faltaba en el predio.

Como pone en evidencia Daniel Schávelzon en su trabajo “Arqueología de un conventillo porteño, excavaciones en la Casa Mínima”, la situación en esos conventillos era un fiel reflejo de la forma de vida de los sectores más populares donde muchas veces las personas vivían marginadas y en situaciones de vulnerabilidad extrema. Durante la Generación del 80 (1880/1916) el Estado no intervenía en la vida privada de las personas, ni siquiera para garantizar su salud y su bienestar. Estaba el mito de que el pobre era pobre por propia elección y que la sociedad les daba a todos por igual las mismas oportunidades, pero la historia de esos años nos demuestra -una vez más- su distorsión con la realidad que vivía la mayoría de los habitantes.

Un dato curioso sobre la Casa Mínima es que pudo conservar su fachada original gracias a un error matemático a finales del siglo XIX, en la conversión de las medidas del lote al pasarlas de varas a metros, lo que hizo que sobreviviera a la remodelación de todo el resto de la fachada de la esquina de Defensa y Pje. San Lorenzo. Originalmente la actual Casa Mínima era un zaguán de los tantos que tenía la gran edificación, luego de la conversión de varas a metros, quedó “aislada” del resto, ocupada y bien mantenida, en ocasiones, por habitantes ajenos a la familia.

                                                                                               Ignacio Lavorano

Defensa esquina Pasaje San Lorenzo, esta enorme finca – como la conocemos hoy – que incluye en sus orìgenes a la Casa Minima fue construida en la dècada de 1820. Previamente existìa una construcciòn bastante màs precaria. A lo largo de los años tuvo varias remodelaciones ya que sus lotes fueron divididos y alquilados.

Defensa 774/778.

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