LAS FRASES TAMBIÉN TIENEN HISTORIA
AQUÍ HAY GATO ENCERRADO
Forma muy común de expresar desconfianza ante cualquier asunto que no aparece del todo claro. Su protagonista no es el simpático felino que conocemos también como minino o micifuz. En el Siglo de Oro español se llamaba “gato” al “ladrón”, nombre que evoca muy bien el sigilo y los movimientos ágiles y furtivos de los profesionales de ese oficio. Entre nosotros también como lo explica José Gobello, el “gato” es un “ladrón”: “Aquél que se desliza en los comercios sin ser advertido y aguarda la hora propicia para cometer el robo”. Tiempo atrás los bolsos y talegos se hacían con la piel de esos animales, de modo que, en la jerga de los delincuentes, “gato” es el sitio en el que un individuo oculta el dinero que lleva encima y por extensión, el dinero mismo. La frase hoy se ha generalizado y se aplica a modos de actuar que nos resulta altamente sospechosos. Las razones escondidas, los manejos secretos al servicio de causas no muy transparentes, despiertan la inquietud de que la malicia o el fraude estén a punto de dar el zarpazo. De que en algún escondrijo y entre sombras el “gato” del engaño esté relamiéndose los bigotes.
BAJO CUERDA
Hasta no hace mucho se dejaba constancia de los procesos judiciales en folios manuscritos que los empleados del tribunal acumulaban en montañas de expedientes. A falta de biblioratos o carpetas para archivarlas, cosían las hojas a mano y luego las ataban con cordeles. Cada atado de papeles -o sea, cada cuerda- era una causa en trámite. La costumbre dio origen a dos expresiones. La primera, aún en uso, es “por cuerda separada”, que en lenguaje tribunalicio indica que un escrito se adjunta por vía independiente de las demás. La otra frase, “bajo cuerda”, ha dejado los juzgados para pasar al lenguaje común. Se refiere a todo lo que se hace de un modo encubierto, ocultándolo a las autoridades o terceros que no conviene poner al tanto. “Bajo cuerda” se dan las coimas, se manipulan influencias, se transmite una información reservada. Al igual que la primera, la expresión que nos ocupa está inspirada en constancias legales que son públicas y que se han reunido con firmeza. Pero, a diferencia de aquella, denuncia el recurso de burlar subrepticiamente los dictámenes de la ley.
LÁGRIMAS DE COCODRILO
El llanto de aflicción del cocodrilo es una intervención del hombre para poner en palabras sus propios sentimientos. Verdad es que del saco lacrimal de esos reptiles sale un líquido que bien puede ser considerado llanto. Pero este no es el resultado de la tristeza, sino del esfuerzo. Por carecer de aparato masticatorio el cocodrilo no puede reducir a trozos su bocado, que llegan a veces al tamaño de un cordero… o de una persona. La dificultad para tragar los obliga a forzar al máximo las fauces y los músculos de la cabeza. Esa congestión tremenda es la causante de las lágrimas. La acción de llorar mientras se demora con ferocidad una presa ha sido tomada como arquetipo de la hipocresía, una fábula. Como tantas que dejan mal parados a los bichos que nos rodean. Y que se aplican con mucha propiedad a algunos seres humanos.
Tres mil historias de frases y palabras que decimos a cada rato – Héctor Zimmerman – págs. 33 – 37 y 168, respectivamente.






















