“Tengo tanta cantidad de libros que creo que me empaché”

BABEL.

Suena el teléfono, atiendo y del otro lado de la línea un señor me pregunta si está hablando con alguien de El Sol de San Telmo. A partir de allí fluye la conversación y me entero que la persona con la que estoy dialogando, Omar Méndez (81), luego de jubilarse -en agosto del año pasado- decidió abrir una “Feria del libro usado”.

Inmediatamente necesité conocer ese proyecto, por lo que me acerqué a la vieja casona de la calle Cochabamba. Cuando se abre la puerta vislumbro que en el lugar hay más libros que paredes y algo así solo se le puede ocurrir a alguien que tenga una historia que lo vincule a ellos o un pensamiento diferente.

Gentilmente Omar me invita a pasar, diciéndome: “Mi ambiente es este. Estoy acostumbrado a estar rodeado de libros ya que he trabajado hasta el año pasado cuando me jubilé y durante más de treinta años, en la Biblioteca Nacional. Una casa sin libros no es una casa. Siempre me gustaron y durante muchos años tuve mi biblioteca particular”.

Lo que nos rodea es más que eso. Y esto se explica cuando el dueño de casa comenta: “Al jubilarme pensé en tener una actividad y la idea fue preparar una mesita con unos libros para vender o hacer un canje… para entretenerme; pero a medida que fui armándola me faltaban títulos o autores, entonces comencé a comprar lotes en cajas que tienen 30 o 40 libros cada una. La semana pasada traje 30 cajas… casi no podíamos entrar. Quería colaborar con la señora que me los vendía porque necesitaba hacerlo y por otro lado no quería perderlos porque vi dos libros -Muerte en Venecia de Thomas Mann y Utopía de Tomás Moro- que justificaban el lote. En vez de poner una mesita, llené una biblioteca y no pude parar. Tengo tanta cantidad de libros que eso me ha impedido abrir el espacio antes. Me empaché” (nos reímos cómplices por su ocurrencia).

BABEL, así se llama este espacio donde se puede vender, comprar y/o canjear libros usados. En realidad fue creado con el fin de que “sean útiles para los que lo necesiten; grandes, jóvenes o chicos. No quiero hacer una biblioteca popular, cobro algunos libros para poder reponer, pero -fundamentalmente- lo abrí para el que le gusta la lectura o para el que busca algo que le interesa o le haga falta. Estos libros están a disposición, gratis, para el que los necesite para trabajar, estudiar…”.

Curioseo sobre la gran mesa central y veo ediciones de: “Guerra y Paz” de León Tolstoi; “Bases” de Juan Bautista Alberdi; “Canto General II” de Pablo Neruda; diccionarios, libros escolares y más.

Pero antes de llegar a esta etapa de su vida, Omar cuenta que tuvo hoteles en San Clemente y Santa Teresita, los que “por vaivenes económicos -en los años ochenta- tuve que cerrar. Luego, a través de contactos, entré a trabajar en la Secretaria de Cultura -en ese entonces, a cargo de Julio Bárbaro- y me tocó viajar a España integrando la delegación que tenía como finalidad ir preparando lo que serían los actos por los 500 años del descubrimiento de América (1492-1992). Cuando estaba en ese proceso, debí volver por temas personales y mi destino fue la Biblioteca Nacional, que en ese entonces tenía su sede en la calle México 564, CABA; pero ya se había empezado a construir la nueva (inaugurada en 1992) en Agüero 1502, CABA -predio donde estaba emplazado el Palacio Unzué, luego residencia presidencial que ocuparon Juan Perón y Eva Perón-. Como dato histórico agrego que allí, en sus paredes, apareció escrita la trágica frase: ¨Viva el cáncer¨”.

Habiendo trabajado en la Biblioteca Nacional, nuestro entrevistado fue testigo y actor de cómo se realizó su traslado a la que sería su nueva sede. Relata que “Erman González, Ministro de Defensa en aquél momento, firmó un convenio con el Ministerio de Cultura para que los soldados, luego del adiestramiento anual, cumplieran tareas en la Biblioteca. Primero fueron quince Granaderos, después llegaron treinta del Regimiento de Patricios y así sucesivamente. Cuando José María Castiñeira de Dios pasó a ser Secretario de Cultura, en reemplazo de Julio Bárbaro, fue designado Director de la Biblioteca el Prof. Enrique Pavón Pereyra. En ese entonces se dispuso la forma en que se iba a realizar el traslado de los libros. En tal sentido, nombró a tres personas para coordinar esa fundamental tarea: El Ing. Jesús Pano a cargo de todo el operativo; el Arq. Patricio Coffei, responsable de cómo organizar el traslado (limpieza de libros, envoltorios, cantidad, etc.) y yo encargado del personal civil y militar que se había puesto a disposición en la Secretaría de Cultura. A tal fin se reglamentó que cada organismo dependiente de dicha Secretaria, de acuerdo al porcentaje de empleados que tuviera, tenía que mandar gente para colaborar; a ellos se agregaron los soldados. Y así se llevó a cabo, con mucha responsabilidad y organización”.

Como de costumbre nuestro punto de encuentro es el barrio y en ese sentido, Méndez detalla: “Llegué a San Telmo -después de vivir muchos años en Solís y Chile- porque una amiga, propietaria de este inmueble, me lo ofreció y me mudé. Me encanta la parte céntrica del barrio, aunque antiguamente se podía andar un poco más tranquilo. Aquí se juntan los trapitos y ellos mismos cuidan, porque tienen códigos, respetan mucho el barrio y jamás tuvimos problemas. Debe ser por eso que esta cuadra es segura. Lo que no me gusta es la mugre, la basura, la falta de higiene y dejadez. Hay zonas de la ciudad que brillan, como Recoleta donde está la Biblioteca Nacional y sus alrededores: allí “lustran” y “enceran”. Acá, por ejemplo, la pasarela para cruzar la Av. 9 de Julio es un espanto o la zona de Bernardo de Irigoyen para el lado de Constitución, donde construyeron una tapia de cañas tacuaras que jamás han regado, están secas, caídas, llenas de pasto y mugre. Verdaderamente me duele, porque nadie se ocupa”.

Antes de irme, vuelvo a mirar el paisaje que me rodea y Omar me dice afectuosamente: “Llévese el que quiera”. Volveré por él.

Texto y fotos: Isabel Bláser

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *