Una clase sobre arte
Es un domingo soleado de invierno. María Gnecco me recibe en su casa, sentada en un cómodo sillón inmerso en un amplio y luminoso ambiente donde hay obras expuestas en las paredes, revistas y libros “en uso” (no de adorno), alguna planta como al descuido; todo lo cual da la sensación de actividad permanente.
Esta artista visual, curadora de arte, especialista en arte contemporáneo, describe su actividad actual como artista diciendo que “con los años, se fue mixturando con lo teórico, organizando muestras, haciendo el trabajo curatorial”.
Nos interesa saber ¿Cuál es el trabajo que desarrolla un curador de arte? “Es quien se encarga de organizar una muestra, le da el guion conceptual y, en función de él, llamará a los artistas que cree que circulan dentro de ese argumento. Tiene que ser la bisagra entre el o los artistas y el público. No es solamente colgar cuadros”, explica.
Y agrega: “Es muy creativa. Se arma un argumento a partir de la obra del artista y se guía la mirada del público para que vaya descubriéndola. Eso es lo más interesante. El montaje también tiene mucho protagonismo, es parte del trabajo a realizar por el curador o su equipo y después -dependiendo de la importancia de la muestra y de los recursos económicos- también tiene que ocuparse, entre otras cosas, de buscar sponsor; diseñador gráfico para hacer catálogos; en el caso que hubiera obras en el extranjero, armar un equipo legal para traerlas. La responsabilidad frente a la exposición, va desde el guion curatorial hasta la lamparita que hay que poner sobre la obra”.
Supongo que, para ese trabajo, el costo debe ser elevado y María señala: “Las grandes curadurías son un equipo. Acá, salvo las importantes muestras en museos o centros de arte, se producen con mucho esfuerzo. Trabajan dos o tres personas que hacen lo que en otros lugares intervienen cincuenta, porque no hay recursos. En nuestro país, podemos hacerla con menos gente porque -en general- no hay muestras ¨faraónicas¨ de artistas argentinos, salvo PROA, MALBA y alguna otra -como la reciente de Tomás Saraceno (arquitecto y artista tucumano, radicado en Berlín)-. Ahí hay equipos que se ocupan de cada especialidad: montaje, marketing, legales, sponsors, seguros, etc. Cuando esa organización no existe, se hace todo ¨a pulmón¨”.
Los escasos recursos tienen que ver también con los honorarios que el curador pueda cobrar por su trabajo. En este sentido, dice: “Depende del nivel de la muestra, hay curadores que son top y cobran muy bien por su trabajo; otros arman su proyecto poniéndole mucha energía y -como son ¨estrellas¨- consiguen los recursos. También hay instituciones que contratan un curador para armar una muestra y reciben aportes de distintos lugares. Pero muchas se montan con esfuerzo, para que los artistas expongan, porque hay voluntad de hacer ya que si se esperan los recursos para realizarlas no se hace nada”.
Le pregunto si siempre hay un relato vinculante y cómo lo vislumbra. Me explica que: “A veces lo que el artista dice de su obra, no es lo que se ve en ella. No pongo en la obra ningún argumento si no lo tiene. Es un proceso, es lo que la obra comunica y en función de ello se puede desarrollar”.
Imagino que no debe ser fácil “meterse en el alma” de un artista. Gnecco lo confirma diciendo: “Son años de estudio y la única manera es mirar y pensar. En general las escuelas de arte están atrasadas ya que cuando todo el mundo tiene la mirada puesta en el pensamiento, todavía seguimos con decenas de talleres de arte con poca focalización en lo teórico. Cuando me recibí (cursó la carrera de Bellas Artes en la Prilidiano Pueyrredón y la licenciatura en el IUNA) no había visto nada de arte contemporáneo y no entendía lo que hacían los artistas. Entonces empecé a leer, busqué bibliografía y gente que supiera y me explicara lo que era el arte contemporáneo, como Jorge López Anaya (1936-2010) uno de los críticos argentinos más lúcidos y centrales en el estudio del arte local, especialmente contemporáneo. Le pedí estudiar con él, armamos un grupo pequeño durante seis años, en los que aprendí muchísimo. Seguí haciendo cursos y estudiando, también con Valeria González (historiadora de arte y curadora, investigadora y docente en la Facultad de Filosofía y Letras y en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Directora de la Casa del Bicentenario), que tiene una inteligencia suprema y me enseñó muchísimo a mirar. También hice una especie de postgrado en la Universidad de Cuyo, sobre estéticas y teorías contemporáneas”.
Por otro lado, afirma: “Está el sentido común. Hay artistas que son más crípticos y es más difícil entender qué quieren expresar, pero de todas maneras es relajarse y mirar cuáles son los elementos de la obra, las claves que pone el artista para que se pueda hacer una lectura. Cada uno tendrá la suya, son todas válidas”.
En cuanto a si la obra debe gustar, explica que: “En el arte contemporáneo la obra puede llegar o transmitir, sin responder a un concepto tradicional de gusto. Si va a ser bella es porque lo necesita el discurso. En realidad tiene que ver con la reflexión, con lo que hace pensar y no tanto con lo visual. Apela a que al espectador le pase algo, piense o se sienta afectado o interpelado. Es una llamada a un tipo de espectador específico, que no es el contemplativo sino el curioso, el reflexivo”.
Con relación a su historia profesional, relata: “Empecé haciendo curadurías de videoarte que enviaba a festivales. Hay muchos concursos en el exterior donde se mandan obras (pintura, fotografía, instalaciones, dibujo) para someterlas a un jurado, pero por razones económicas, trámites complejos de aduana y detalles de presentación, es preferible comprar un pasaje, llevar la obra enrollada y enmarcarla en el lugar; es mucho más barato. No se puede competir en eso pero sí en video, mandando un DVD con las obras o subiendo el material a una plataforma on line. Lo miran y si les interesa lo levantan para exponer. Antes llamaba a cuatro o cinco artistas pidiéndoles material y yo escribía un texto, para unir el trabajo de todos. Así empecé a hacer curadurías. Nunca vi un peso, es más ponía yo para enviarlo y para lo que hiciera falta. Lo mismo hice con pinturas de varios artistas que tuvieran conexión, los convocaba y armaba, a través de su obra, un relato”.
Gnecco, indagó en otra rama del arte y así lo detalla: “Alrededor de doce años atrás comencé a investigar en la fotografía, un poco aburrida de la pintura y cansada, ya que mis obras eran muy grandes y me costaba mucho, físicamente, realizarlas y hacer el traslado. Mi fotografía tiene una base muy pictórica, con lo cual está relacionada con mi trayectoria anterior en la pintura. Hice varias exposiciones”.
Cuenta que, actualmente, está enfocada en dirigir -en una chacra en Maldonado, Uruguay- la segunda edición de una residencia (la primera se realizó en el mes de febrero de este año), donde se convocan ocho artistas que durante diez días realizan trabajos en el paisaje. “Cada uno recorre el campo y utilizando lo que hay en el lugar, hace una obra efímera que quedará en el paisaje y el tiempo la empoderará. Hacen fotografía, esculturas con el sedimento que quedan en los tajamares donde toman agua las vacas, videos, etc. Documento todo, hablo con ellos, sigo el proceso de cada obra a través de su artista, con la idea de hacer un catálogo”.
Esta actividad original, se les ocurrió a los dueños del predio que son “una pareja que vive en Francia y que viene solo en verano, por eso la próxima se iniciará el 4 de febrero de 2018. También tienen un emprendimiento en París relacionado al arte -Apart Paris- donde trabajo como curadora. Es un tipo de muestra privada a sus amigos y clientes, que dura solo tres o cuatro días, donde se recibe a los visitantes, se muestran las obras, se realizan las ventas -si hay- y termina. Ese circuito tan privado, sin acceso al público general, tiene como idea principal la venta de arte y la difusión de artistas dentro de un determinado circuito. Los artistas son reconocidos y funcionó mucho con creadores argentinos”, afirma María.
Con respecto a los artistas actuales que destacaría, nombra a Mona Hatoum (Beirut, 1952), Shirin Neshat (Irán, 1957), Ai Weiwei (Pekín, 1957), Kara Walker (USA, 1969); de los que expresa: “Son artistas inmensos, con una obra muy proteica. Acá estuvo Anish Kapoor (Bombay, 1954) que me encanta. Su creación es bastante más formal, más visual y a veces es difícil encontrar la parte reflexiva. Montó una obra en Londres, muy significativa, que para mí relacionaba India e Inglaterra y transmitía algo muy fuerte, como sometimiento. Vi una significación mucho más desde el lugar de la crítica, de la colonización. Pero él no lo veía así, sino como un problema de formas. Puede pasar que el artista, cuando desarrolla su obra, conscientemente no perciba cosas y la gente, desde afuera, sí”.
Nuestra entrevistada, además, da clases de teorías contemporáneas en artes visuales, pintura, dibujo, gestión y curaduría, en una escuela de arte y comunicación. Por eso, surge el tema de la educación y dice contundente: “Veo que viene derrapando hace mucho. Si no hay educación no hay futuro. Trabajo hace 23 años y desde hace diez es terrible la diferencia, tuve que bajar los contenidos. No se les puede exigir nada, es muy complicado el tema del compromiso, Cuando hay una entrega, muchos dicen: ¨yo tengo una vida y no pude hacerla¨. Hay un problema muy serio a nivel de responsabilidad, un porcentaje muy alto quiere zafar. No pueden elaborar un pensamiento crítico ni analítico, más allá de lo que ven. Doy una materia específica que es heurística: llevar una idea a un objeto de arte, elaborar una metáfora. Les muestro obras de arte y tienen que desestructurarlas, ver ¨en el fondo¨ de qué se está hablando. Es imposible, no pueden hacer una elaboración reflexiva. Les cuesta analizar y encontrar un sentido mediante los elementos que tienen enfrente, en este caso una obra de arte. Es así como, después, les dicen cualquier cosa y la creen. Eso se nota luego en lo social”.
Trayéndola a San Telmo, lo ve “como un barrio muy sufrido. Debería ser una perlita, pero está roto, sucio, abandonado y no es solo por los cartoneros. Hay gente que tira la basura por la ventana de su casa al contenedor, con lo cual es un tema de todos. Pasa por la educación y por el interés de la comuna de mantenerlo y hacer los arreglos bien, con gente que sepa, porque si no se rompen continuamente. A veces tengo la sensación de que a nadie le importa nada. Cuando vine a vivir, a los 18 años, me gustaba porque era un barrio histórico, pero en realidad lo que me atrae es que hay mucha actividad porque es turístico y se ve siempre gente que va y viene. El barrio termina siendo una extensión de la casa de uno, es una pertenencia”.
María Gnecco, tiene el ojo entrenado para la observación y el análisis y lo transmite no solo en su obra, sino con palabras.
Isabel Bláser